XXXII Festival de Teatro Clásico de Cáceres

 

TEATRO CON BRILLO Y ENERGÍA

 

Por segundo año consecutivo, la pandemia parecía acechar al Festival de Teatro Clásico de Cáceres, pero sus espacios se demostraron, y siguen demostrándose, seguros para la representación de esa otra vida que uno contempla en un escenario. La muestra teatral vuelve a la ciudad en su mes tradicional, junio, y lo hace con novedades. Entre ellas, el festival ha introducido un filtro de calidad para los estrenos extremeños, que funcionan este año como coproducciones entre las compañías y el propio festival. En una experiencia nueva, los grupos que darán a conocer sus espectáculos en Cáceres han pasado por un proceso minucioso de selección. De él han salido los últimos montajes de Verbo Producciones (la comedia Entre bobos anda el juego), de Producciones La Barraca (la tragedia El caballero de Olmedo, de Lope de Vega), Karlik Danza Teatro (Autorretratos de pluma y espada) y Milo Ke Mandarini (la musical El siglo de Oro y la diáspora sefardí). Los cuatro se estrenarán en la sección central Escena Clásica.

La programación equilibra el drama y la comedia, que encarna con brillo y energía la Compañía Nacional de Teatro Clásico aliada con Barco Pirata Producciones, de Sergio Peris-Mencheta. Su función de Castelvines y Monteses toma la forma de un show de música, danza y palabra que relata la historia de los amantes de Verona, transformados por Shakespeare en tragedia y, aquí, por Lope de Vega, en comedia. El autor español, el “monstruo de los ingenios”, es el más representado en esta trigésimo segunda edición, con cuatro montajes (los citados más una versión de títeres para niños de Fuenteovejuna y Peribáñez y el comendador de Ocaña).

La presencia de Rafael Álvarez El Brujo es una garantía de talento. A él le dedica el festival dos funciones de El lazarillo de Tormes, uno de sus montajes más celebrados, que el actor recupera en homenaje a Fernando Fernán Gómez, autor de la versión de la novela del sigo XVI. Si los clásicos plantean a quienes los revisan la posibilidad de un anclaje con la realidad de hoy, en El mercader de Venecia, de Shakespeare, lo afirma en el pernicioso efecto del capitalismo. La reescritura sobre la época clásica está también presente en los acercamientos de Eduardo II, ojos de niebla (sobre la homosexualidad), de Autorretratos de pluma y espada (sobre el feminismo), Del teatro y otros males… (sobre la profesión teatral), todos ellos con autoría contemporánea.

El festival recupera, tras el paréntesis de la edición anterior, El laboratorio del Clásico, y lo hace recordando el valor de la radio como difusora del teatro, con un taller y una emisión radiofónica en directo, cara al público, de pequeñas obras inspiradas en textos de Cervantes. No hace falta recordar el cuidado que el festival presta a los niños como futuros espectadores. Este año amplía su programación, incluye dos talleres y tres espectáculos, entre ellos, uno para bebés, como si con este gesto el teatro afirmara su magnética presencia en el casi entero arco de una vida.